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LOCALIZACION ACTUAL
Víctor Hugo Bravo
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El estado del arte contemporáneo, su expansión y su posibilidad de recuperación acelerada, desde la enfermedad, sitúa las nuevas propuestas en un campo de irreverencia de actitud mas allá de lo formal, en el modo que acompaña a esta convalecencia, la maquinaria del hacedor, una oxigenación artificial, sistemas circulatorios de apoyo, alimentación, presión corporal regulada y una basta logística que le permite existir en el linde de la independencia absoluta, en la medida en que se logra apartar de los procesos convencionales del arte. Esta figura se instala en la coalición entre el individuo productor/gestor, el artista y su circulación mediática, refiriéndose este nuevo enlace a la participación global de esta imagen artística en el medio sociocultural, como un proveedor de sus propios sistemas formativos, circulantes, estratégicos y posicionadores de la producción.
Las actuales propuestas creativas y culturales elaboran, diseñan y distribuyen sus propios códigos de posicionamiento bajo la lógica de que toda forma de hacer y pensar los sistemas artísticos es válida en la medida que se determine su poder de acción y se constate en la convención de cada propuesta al interior de una colectividad o de una agrupación ideológica y sus repercusiones mediáticas amplias, esporádicas o nulas. Esto define conglomerados urbanos que hacen fortaleza en la similitud de sus ideas, generando una amplitud mayor de posibilidades de obra, de estilos y de maneras de distribución de las mismas, acotando su contraparte que sería una cierta fragilidad proyectiva en el tiempo. Se generan movimientos y posturas en relación a los lenguajes que son de corto aliento lo que va narrando una historia vertiginosa y estreñida del arte, limitada a la proyección humana de trayecto activo en la existencia, con un porcentaje de pérdida elocuente generado justamente por una localización fugaz en la inmediatez.
Los distintos proyectos de revisión, compilaciones y muestras retroactivas pretenden retener estas filtraciones y pérdidas en la producción actual, localizar sus coordenadas de gestación, sus ejes de movimiento, y sus repercusiones interactuando con las mismas estrategias que las proponen, estableciendo una revisión genérica, critica y de gran apertura como un sistema directo en el desarrollo, donde los canales de circulación de información, de conceptos y de imágenes sean recíprocos, creando pequeños relatos que permitan reelaborar desde lo propuesto al interior de las propias lucubraciones de instalación en el sistema, una historieta sardónica que preserve una continuidad de sentido en un escenario desarticulado por el espanto de un cadáver en pie.

Lo muerto no tiene movilidad, lo descompuesto no se detiene y se sitúa bajo el mismo prisma, determinar su final

La obra contemporánea actúa en sociabilidad con el medio, soportándose en una plataforma flexible cuyas coordenadas generan todos los sitios posibles para la proliferación de intersecciones semánticas ilimitadas. Los roces, los cruces y las fricciones de sentido, la distribución del producto, el choque y los excedentes de la pérdida, son material recuperable, moldeable para sostener y re-poner un acontecimiento ilusorio que sólo se puede definir en una forma de vida, de existencia al interior de una vorágine que suspende conceptos obsoletos de la historia del arte y pone en palestra todos los posibles desechos para ser reciclados desde la clara conciencia de su desvanecimiento, su pérdida constante y su objeción en y con la tradición.
Una instancia de archivo que determina y fija, más que una historicidad resguardante de los sistemas de producción, un proceder y procesar fragmentos ideológicos, circuitos y espacios paralelos, obras y acciones particulares que bajo un rendimiento casi invisible constituyen los soportes actuales y campos referenciales que permiten leer la condición artística, en la expansión indómita de su propio género, permeabilizándose en el lugar del cotidiano absoluto.

LA INSTALACION ENDÉMICA – y su descomposición prematura

Los quistes y la fiebre reumática se perfilan como los próceres de una instalación inhóspita, estructuras anquilosadas han definido los modos, las formas, los recursos, las rutas y los derroteros, situación normal si es tratada rigurosamente porque comprende un detenimiento o una disminución sintomática. Pero justamente cubicando esta escena del crimen aparece una prueba ineludible, la “reverencia” en toda su majestuosidad y detestable belleza, proponiendo un continuismo borreguil que se configura en el núcleo patológico de tres décadas de producción objetual, con emplazamientos espirituales y réplicas fortuitas de una verdad cognoscente hecha de artificios con mecánicas probadas y con una falencia intestinal que no permite abrir los ojos y alcanzar la nitidez de una ciénaga romanticista referenciada en una tradición formativa.
Un leve temblor corporal estremece a la distancia como el vuelo del insecto, esta cristalización endémica de lo que entendemos como contemporáneo. Desde una posición inalterable y a la vez oblicuamente aterrorizada, otras obras son y serán.

“Con el desvanecerse de la luz, mientras la hoz de la luna se desliza verde y naranja, envidiosa entre rojos purpúreos, - hostil al día, segando a cada paso las guirnaldas de rosas con sigilo, hasta que se hunden, pálidas, en el seno nocturno:
así caí yo mismo alguna vez desde mi desvarío de verdad, desde mis días afanosos, del día cansado, enfermo de luz, - caí hacia abajo, hacia la noche, hacia las sombras, abrasado y sediento de una verdad.”

Friedrich Nietzsche – Ditirambos Dionisíacos

Esta contusión referencial que emite vibraciones dolorosas, posterga los protocolos oficiales, algo deja de verse, se olvida espontáneamente. Esta presencia se organiza desde una factoría subjetiva, inocentemente temblorosa a la realidad televisiva, situando un campo de conversión de las formas en la instalación misma y en la manera de hacer el apacible acople reiterado en los formularios fiscales, la palabra repetida, el gesto amoroso, y una insustituible sensación de haber estado haciendo algo que tampoco alcanzaba el sentido de dar infierno por cuero, a la historia del arte. Es la obra una nueva “actitud” en la presencia del personaje que está situado media pulgada más allá de la línea roja, uno de sus lados ya no existe, es invisible. En el otro, está el acontecimiento como el único recurso que sostiene y permite que este corpus funcione, expeliendo humores deleznables de una eternización en las formas de hacer y expandir la obra.
Una presencia manofactural desde ideas inmediatas, habla de procesos creativos continuos, propuestas en rodaje inexactas, indeterminadas y sólidas, en la cobertura de una construcción en placebo, no hay acuerdos, no importa si existe un acuerdo, el material exporta las nociones de obra expandida, maderas precarias, pintura esmalte, - apuntalaciones para una pintura repatriada lo que permite debatir el conjuro poético del personaje y la brutalidad medial (Latoja – Cerda).
La historia es un blanco a ser embestido, arremetido quizás desde las gloriosas batallas imaginadas por Peter Jackson, en las envestiduras del subgénero gore en el Señor de los Anillos, dejando evacuar cada fragmento de prioridad gozosa como el argumento único de un creador en la planicie contemporánea, desde su ventana por momentos, esperando ver algo que le pueda sorprender mas que su propio cuerpo manipulando semánticamente. Tomando todo lo posible de su entorno para otorgarle efectivamente, mas que un tenue sentido simulado de la clásica “otredad”, una cobertura plena de una vacuidad solemne, exquisita, que sólo se puede llenar de ese extraño y sublime acto de torcer la mano, para evitar que alguien sienta algo que no está definido entre nosotros –Yeniferth Becerra, Valeria Burgoa, Rodrigo Bruna – propuestas continentes de este espacio singular en la medida que rebasan el horror al vacío con el placer de la incomprensión, un trueque en las poéticas que queman la metralla desde los mismos manifiestos. Entre precariedad y despuntes, temporalidad y algo de lo hiper-real que entumece la percepción.
Esta aproximación al objeto acentúa en su texturalidad la impregnación de esta noción de inmediatez donde el evento en fuga no da cabida a una reflexión aletargada dentro de un encuadre romanticista. La obra es instantánea y modula un fragmento del contexto. La instalación hoy comprende todo sus recursos y manierismos, sus formulaciones estratégicas y su apariencia, colocándola en el formato pedagógico de un sistema lineal sin alteraciones ni fracturas, sobre todo las lesiones expuestas que pueden regular el impacto de su visibilidad - sólo se sostiene en el aire el sonido de un hueso al romperse -. Singularidad que insiste en re-poner un despliegue de cansancio y sobre todo de saturación endémica de las formas, fatiga de materiales que propicia una inducción a escarbar a través de esta misma fisura extrayendo parte y totales de ese interior sin esperar encontrar en esa historia resumida del sistema fiscal alguna reclamación o condición que intente localizar un enigma de procedencia. La producción contemporánea se oculta en la musculatura profunda como un corte sagital de la actitud (Swinburn – Aninat) lo que parece ser el constituyente de un territorio baldío extendido a la ocupación de ideas previas, de acontecimientos vagos, de presunciones en torno al arte, de una sensación limitada sólo por el hecho real. El espacio del residuo comienza a generar esa expectación que podemos esperar de la obra, una inestabilidad que es reforzada por la aparición de su ejecutor fantasmagóricamente pasando de manera enigmática al otro sitio donde el objeto de cartón y la pintura industrial, narran una situación privada a pesar que puede estar sucediendo en este momento, pero que jamás será lo mismo desde el instante que cada cual lo reduce a su manera, lo vuelve otro en la textualidad del arte, donde puede residir como obra. Lo que se entendería como el sitio de su propia muerte.
Todos los mecanismos que la instalación utiliza en esta línea conductual, participan también de esta vaciadura, argumentándose solamente en la continuidad progresiva de uno después del otro, una organización de libre albedrío en la disposición del organigrama institucional, pervierte este recorrido estableciendo la discordia como una plataforma generadora de expectativas sin aproximaciones a la verdad ni a la tradición, sino mas bien, catalizadoras de un pragmatismo que se emplaza a modo de gesto particular, de ficiognómica en cotidiano, gestos mudos frente al espejo, de algo que todos podrían poseer sin establecer una necesidad. La ausencia de una verdad.
Esta discordia crea una dispersión seductora que nada logra asociar, bajo los parámetros de una herramienta formal que se entiende interpela mediáticamente como una ejecución de vanguardia en las artes, pensando que hay algo mas, algo después, sosteniendo efímeramente un deseo como único soporte de privilegio.
Una pulsión aberrante de la mano con la torrencial contextualidad como referente, configura este nuevo panorama, un campo extenuado de ocupaciones probables, de lucubraciones culturales y políticas, de excesos corporales destinados a satisfacer todo aquello que no tiene claridad en un terreno expandido colmado de actos fugaces, precisamente donde una actitud cobra concreción en formas que transitan sobre estos desperdicios de actualidad y en ese sitio propone rehacer su condición de objeto de arte, su nombramiento protocolar de instalación con un estatuto de sentido, que lejos de ser paradigma de lo real del propio lenguaje, parodia la ficción del arte como una idea en rodaje que no alcanza a prevalecer bajo este ordenamiento de lo inmediato.

El arte revestido con el género más gastado, es como más fácilmente se le reconoce.
La bastedad de pequeños detalles hoy le gustan al artista y talvez mañana no, existen no tanto por el arte, si no mas bien por el mismo, pues también este, dado el rigor y el dominio de sí mismo que le exige la representación de la concepción fundamental, necesita de vez en cuando golosinas y juguetes para no avinagrarse

Friedrich Nietzsche – Humano demasiado humano

Hacia algunas instrumentalidades

Dentro de las propuestas podemos definir ciertos campos de trabajo como catalizadores de las operaciones visuales en HABER, insistiendo en que ese espacio de referencialidad está instalado en investigaciones marcadamente personales que se deslindan en algunos casos de sus procedencias formativas y marcaciones pedagógicas que surcan profundamente a generaciones anteriores. Más que como una manera de pensar la obra en si, como un continuismo de sustentación de las instituciones en la cultura del recorte.
Deviene nuevamente una actitud en las actuales generaciones, de recorrer a la inversa de un destino que ya no es conjetura sino una visión tangible, hasta hace poco, inexorable de los procesos de producción, las escuelas tradicionales, los magíster de arte y teoría y los seminarios de autoabastecimiento crean estas plataformas de manutención y proyección de ideas subjetivas, generando un claro detenimiento en la fluidez de los nuevos lenguajes.
Este divorcio generacional abre un nuevo campo de especulaciones, inestable, impreciso, pero que a su vez porta argumentos de última generación, la idea de construirse a sí mismo, generar los propios medios de rotación y distribución, asentando no sólo el producto sino también un andamiaje previo que retroalimenta un sistema circulante inédito, propio, que se aparta de una burocracia ideática y formal fatigada por su propia reiteración manierista.
Trabajos que cruzan las nuevas tecnologías de avanzada y repliegan problemáticas contextuales feroces, sobre su mirada introspectiva, planteando visualidades eclécticas y múltiples, fuera de prejuicios formales esgrimiendo sus propios acontecimientos vivenciales sin esperar o buscar una aceptación del sistema, (Max Corvalan) con respuestas obsesivas a un críptico estado de conciencia. Nuevamente surge la enfermedad como metodología del hacer, sin dejar de transitar las mismas vías y los mismos canales de transportación de los contenidos, una recuperación del hacer remitido a una experiencia desconocida en casos, situada en la propia historia original ya no exclusiva del arte, sino también universal, como espacio contextual que remite constantemente - siempre hay destinatarios y la idea del bumerang deja abierta la posibilidad de perder los dedos en su regreso -

El objeto se activa en la deshonra del cuerpo usado y flagelado por un sistema social glorificado en la década de los setenta, es todo y es nada. Las copulaciones tribales urbanas en colectividad son la ley del uso, todo se dispone y los sentidos vuelcan contenidos indescifrables, como leer esto bajo una academia, como respetar esa fiscalidad formativa sin leer muerte de las cosas con el miedo sistémico a no pertenecer. Reponer a Platón con los campos de realidad bajo cortes sagitales y el neoclasicismo de las tiendas de diseño sin previa presentación de los protocolos del arte que insiste en ser rector de los procesos del hacer (Gelcich – I.Correa – Guzmán) exponiendo de su belleza la historia noble de una tradición frígida, cercenada por la descarga, mas bien por la pérdida ecuánime del sentido de las cosas, en términos de un “respeto” casi desvanecido en el tiempo.
Por otro lado la acción televisiva, la hiper-información que persuade a escribir mucho y a veces aún más y tomar lo que se presenta en torno, nos vuelve al campo expandido del arte, a amputarse una oreja, pero hoy volver a reinstalarla con reparos estéticos y distributivos. El accidente cimenta estos discursos, el color existe y nada oscuro lo puede opacar. Art attack y la democrática convicción de que cualquiera puede ser artista, no intentará localizar ideas, mas bien localizar la frustración de saber hacer nada, construyendo a partir de una instantánea lo esencial del cotidiano, habiendo recortado toda apología al pasado (Latoja - Cerda – Grumm - Silva), pero está claro que la instrumentalidad sigue siendo la forma de hacernos colonos de un destino y cobijar en esa casa de desechos una imagen imprecisa, un juguete grande que pareciera ser y no lo intenta. Ese sería el deseo de esta “vanguardia”, pasajeramente sentir la carne, saborearla y luego vivir de la visa espiritual o salir a matar y encontrarse con una expectativa, sólo un vestido y algo más que no es posible, ni menos necesario definir en los parámetros actuales del arte.
Cabe citar lo que Maria José Rios acota sobre su trabajo: “la búsqueda de algo, este algo puede ser objeto, palabra, acontecimiento, etc. Es un juego, el cual tiene contenida toda su acción y razón de ser, algo así como un secreto y misterio, casi imposible de ver…” seria este ese espacio inédito, que prevalece solo en la ideas y en una sensación de hacerlo reclinado en el deseo, ese misterio que podemos llamar subjetividad, alcanza al interpelante desde sus zonas pudendas, fragmentos de intestino y algo de dolor que aun no deja de embellecer lo que algunos siempre quisieran ver en un espacio amplio, sagrado y blanco, con un eco eclesiástico destinado a resguardar las mas bajas conjeturas emocionales.
Surge entonces una rebeldía formal de combinatorias inusuales, radicadas en las percepciones que estiran una planicie reposada, blanca, entre cristal y leche detenida, que propicia un desarrollo bacteriano voraz, destemplando el cuidadoso estudio de los espacios, sus relaciones arquitectónicas, las cargas semánticas y los montajes de sentido. Las materialidades muestran la crisis del tiempo, la fugacidad se acota en la aparición de insectos de la descomposición del cuerpo – todos los días son iguales, luego viene el ocaso – y se espera algo en palabras reales, en tiempos reales, en lugares vacíos, donde ya todo existió y solo queda poner dentro de ellos una expectativa que resitúa el arte en toda una poética de los equívocos, de los desechos y la perdida de carácter, extraviado entre códigos, formularios y experiencias inscritas en su prevalecencia en el tiempo. La tradición, las ideas y los territorios del metalenguaje se alimentan de un residuo exhumado deteriorado hasta la aberración una herida bizarra del mundo que se refleja en una laguna de lodo después de la lluvia.
La obra ya no es conducente, el artista solo “es en ella” circunscrito a su mayor anhelo de alcanzar parte del cielo y desde este, parte del ocaso.
El asombro de saber como eras antes, cuando me soñabas.
La instalación actual ocupa una habitación, la desordena y clasifica, reorganizando el misterio de un campo emocional y un saber que ha significado el haber estado ahí alguna vez.
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Texto para Exposicion "La Instalación en Chile" - Curaduría Carlos Montes de Oca - Museo de Artes Visuales - MAVI 2007

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